Este tipo de camillas están especializadas para mayor confort del cliente, ya que no precisan de ningún tipo de esfuerzo físico para su manipulación y adaptación. Ya sea con fines de estética y relajación o terapéuticos como masajes y fisioterapia.

Principalmente, las camillas eléctricas te permiten adaptarlas cómoda y rápidamente a las necesidades de la terapia o de la persona sin ningún tipo de esfuerzo. Solo deben estar conectadas a la corriente eléctrica y, a través de un control remoto, podrás modificar las posiciones fácilmente.

Todo va a depender del uso que se le vaya a dar a la camilla. En algunos casos, sólo vamos a subir y bajar, por tanto, podemos usar la camilla hidráulica y evitar el consumo eléctrico y el movimiento de cables. En caso de necesitar más regulación y movimientos sin esfuerzo, sería más recomendable optar por una eléctrica. Aunque dependerá de cada caso.

La primera y principal diferencia entre una camilla hidráulica y una eléctrica será el esfuerzo físico que deberemos ejercer para su manipulación (siendo nulo con la eléctrica). Otro punto importante que tenemos que destacar es que la hidráulica no está conectada y no consume, además, resulta más económica, pero también un poco más limitada.

Debemos tener en cuenta si los movimientos que dicha camilla nos ofrece van a cumplir nuestras necesidades o la de aquellas personas que la van a usar. Además, el precio y el consumo también serán factores clave para nuestra decisión de compra.

El peso va a variar mucho de una camilla a otra en base a las medidas y la estructura. No es algo fijo en todas las camillas de tipo eléctrico. Este peso puede oscilar entre los 10 y 15 kg en los modelos más ligeros hasta cerca de los 100kg en las más pesadas.